Miguel Martínez es un joven riojano que pasó su infancia entre la ciudad de Logroño y Sojuela, el pueblo de sus abuelos, donde estuvo en contacto con la forma de vida tradicional, de casas con pajar donde se secaban las uvas, de señoras que hacían rosquillas o familias que se reunían para la matanza del cerdo. Y donde escuchaba historias como las del ‘supurao‘, un vino dulce elaborado con la uva pasa que antiguamente se secaba en los altos de las viviendas y que se usaba para el autoconsumo y para celebraciones, y que con el paso del tiempo se había perdido
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